La esquisita y la finita
(Sucesos cotidianos en los camiones urbanos)
Erase una vez un día por la mañana, habíame subido a la ruta 19 para ir a mi trabajo; el camión iba lleno, todos los lugares ocupados y mucha gente parada en el pasillo; (como un hábito acostumbro irme hasta la pate de atrás del camión) pues, poco a poco, con con-permisos, me permite pasar y… ufff! Apenas había avanzado los primeros asientos cuando Justo frente a mi paso había una mujer muy joven con unas caderas pero sí bastantes robustas que ocupaba casi todo el espacio del pasillo, jalando aire para hacerme el flaquito y como pude pase pero.. ¡oh, no! ¡había otra mujer igual casi al final del pasillo!, con caderas aún más robustas que la mujer a quien yo acababa de pasar, pues nuevamente jalando aire y casi subiéndome encima de las personas que iban sentadas pude pasar a esta otra mujer. Finalmente logré mi objetivo; ¡llegué a la puerta trasera en tan solo unas cuantas cuadras recorridas!.
Lo crítico llegó cuando la mujer que iba casi adelante tenía que bajar. Iba acompañada de un muchacho y que por ir platicando, casi se les pasaba su bajada; lo malo de la situación era que el camión todavía iba lleno e imaginen lo que la mujer en su desesperación por bajar le grito al chofer: ¡bajan, bajan! Los que iban parados al voltear a verla ¡noombre!, pero si casi se encimaban sobre quienes iban sentados para dejarle paso a esta mujer de enormes caderas y aún así, le mujer se mostró bastante descortés con algunos que hasta los empujaba en su desesperación por llegar a la parte trasera del camión y bajar, lo malo fue cuando llegó con la otra mujer de caderas más grandes que las de ella misma, sin decirle agua va, ni con-permiso, ni nada se aventó a pasar casi encima de ella, a lo que la segunda mujer inmediatamente protestó:
- ¡oigá, pues que le pasa!, ¿que no puede decir con-permiso?
- ¡Pues!... ¿qué no puede usted quitarse, qué no ve que voy pasando? -Le contestó la primera- además, ¡estorba mucho, mugre vieja, quítese!
- ¡huuuy!, ni que estuviera usted, tan, tan, tan –la segunda mujer pensó unos segundos y le dijo- ¡ni que estuviera usted tan esquisita!
- ¡Mugre vieja! -Le respondió la aludida, al tiempo que comenzaba a descender- ¡has de comer pura aire, por eso estas tan “finita”, mugre vieja!
- ¡Pues!... ¿qué no puede usted quitarse, qué no ve que voy pasando? -Le contestó la primera- además, ¡estorba mucho, mugre vieja, quítese!
- ¡huuuy!, ni que estuviera usted, tan, tan, tan –la segunda mujer pensó unos segundos y le dijo- ¡ni que estuviera usted tan esquisita!
- ¡Mugre vieja! -Le respondió la aludida, al tiempo que comenzaba a descender- ¡has de comer pura aire, por eso estas tan “finita”, mugre vieja!
Y, ya estando abajo del camión le comenzó a hacer señas mágicas con las manos, recordándole la progenitora de sus días a la “finita”, y la finita no se quedó atrás, haciéndole la britney señal a la “esquisita” y, como el chofer tardó unos treinta segundos en arrancar, durante ese lapso de tiempo se dedicaron mutuos recuerdos, tantos, que él acompañante de la “esquisita” haciendo alarde de su hombría comenzó a regresarse los pasos que llevaba andados e intentó subirse nuevamente al camión para agredir a la “finita” pero, el chofer atinadamente cerró la puerta y comenzó a circular, quedando todo en señales y en un mal momento para ambas mujeres. Para quienes presenciamos ese duelo entre la “finita y la esquisita” algunos se hacían los desentendidos, otros se reían disimuladamente y, uno como yo, mejor escribo esta historia para compartirla con ustedes, pues de todo pasa en los camiones urbanos de mi ciudad. ¡hasta la próxima!

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